jueves, 9 de noviembre de 2017

Phineas Gage



El accidente que tuvo Phineas Gage en 1984 fue un hito en la historia de la neuropsicología (y eso que ni siquiera existía como tal) Imaginad el panorama: Phineas trabajaba haciendo voladuras, en una de éstas, se produce una explosión no controlada y la barra de hierro le atraviesa desde debajo del ojo izquierdo hasta la parte superior del cráneo. Evidentemente sus compañeros creen que ha muerto. Pero no, lejos de eso, Phineas se levanta por su propio pie y no pierde la consciencia en ningún momento. Incluso habla. Flipad.

¿Qué tiene que ver la historia de este pobre hombre con la neuropsicología?

Pues que lo que se consideró un milagro médico, ya que físicamente se recuperó con cierta celeridad, pasado el tiempo se descubrieron que su personalidad había cambiado. Era la prueba fehaciente, la primera documentada de la historia, de que existe relación entre el comportamiento y el cerebro, más concretamente con los lóbulos frontales. Phineas, un hombre trabajador y responsable, se convierte tras el accidente en un hombre impulsivo, variable y pendenciero. No consigue mantener ningún trabajo ni preveer las consecuencias de sus actos. Ahora sabemos que quedaron dañadas las estructuras que controlan las funciones ejecutivas, que son habilidades cognitivas superiores que nos ayudan a planificar, inhibir conductas y anticipar, entre otras cosas. Gracias a su desgracia los lóbulos frontales empezaron a cobrar relevancia, pues hasta la fecha se pensaba que eran órganos sin función. Que estaban ahí por que sí. Pero no, es lo que nos hace un poco más humanos. Y si no, que se lo digan a Phineas.

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